Auge y caída de Tesla, el icono bursátil del movimiento Trump
La empresa de Elon Musk pierde medio billón de valor desde sus máximos. El divorcio con la Casa Blanca amenaza su sus ayudas públicas y el despliegue del coche autónomo

El vertiginoso recorrido de la cotización de Tesla en los últimos meses sirve para explicar con números la crónica de auge y caída de la compañía en una historia de poder, gobierno corporativo y de los (escasos) límites del culto a la personalidad en la era Trump. En seis meses, la empresa ha pasado de alcanzar su máxima valoración bursátil tras unas elecciones que llevaron a Elon Musk a un puesto clave en el Gobierno estadounidense a perder un 40% de su valor (570.000 millones de dólares, o medio billón de euros), arrastrada por una disputa con el presidente a través de mensajes cruzados en las redes sociales, y amplificada al calor de tensiones políticas e intereses personales.
El último enfrentamiento entre Musk y Trump ha desatado una virulenta reacción en Bolsa: las acciones de Tesla se desplomaron un 14% este jueves, la mayor caída en una sola sesión que ha experimentado nunca la compañía. Una respuesta que se explica por los numerosos flancos que abre a Tesla. Desde su dependencia del sector público al efecto de sus vínculos políticos hasta, como alertan algunos analistas incluso, la propia gobernanza en Tesla.
“La reciente disputa entre Trump y Musk pone de manifiesto la actuación de un consejero delegado que cree que no tiene que rendir cuentas a nadie y que las consecuencias negativas de sus acciones se convierten en el principal factor impulsor del precio de las acciones, frente a los fundamentales de la compañía”, ha señalado Blair Couper, director de inversiones de Aberdeen.
Tesla ha representado durante años un símbolo del entusiasmo inversor por la economía del futuro basada en vehículos eléctricos, robotaxis, conducción autónoma, energía solar e inteligencia artificial (todo ello sin contar el otro gran proyecto de Musk, colonizar marte mediante los gigantescos cohetes de SpaceX). Un toque entre vanguardista y mesiánico que ha permitido a las acciones cotizar desde el principio (y hasta ahora) muy por encima de sus resultados económicos. La empresa pionera del coche eléctrico disparó las expectativas de una disrupción tecnológica a gran escala. Por ilustrarlo con indicadores económicos, el PER de Tesla, una métrica que relaciona el precio de las acciones con los beneficios por acción y se utiliza para estimar si una compañía está sobrevalorada, es de 157. En comparación, ese mismo indicador en empresas del mismo sector como Toyota y BMW se sitúa en 7, Ford en 8, Volkswagen y Stellantis en 5 y Hyundai en 4. Cuando el PER es más alto de 25 puntos, indica que espera un fuerte crecimiento de la empresa o que la acción está sobrevalorada.
Aunque Tesla forma parte de las llamadas Siete Magníficas, junto con Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft y Nvidia, e integra el grupo de las compañías que más han impulsado al S&P 500, sus resultados están lejos de ser boyantes. En 2024 obtuvo un beneficio de 7.091 millones de dólares, la mitad que un año antes por un estancamiento de los ingresos. Toyota, que vale tres veces menos en Bolsa (271.000 millones de dólares) logró unas ganancias de cerca de 30.000 millones.
El mercado, de hecho, ya tenía en el radar a Tesla desde antes del divorcio. Tesla presentó unas ganancias de 934 millones, mientras los analistas esperaban unos 1.500. La realidad se quedó un 40% por debajo de las expectativas. De hecho, en 2024, que ya fue un mal año para la empresa, sus ganancias en cada uno de los cuatro trimestres oscilaron entre 1.500 y 2.500 millones de dólares. Según las estimaciones del mercado, Tesla no conseguirá ese nivel de ganancias hasta 2026.
El enfrentamiento con Trump ha encendido todavía las alertas del mercado porque amenaza los argumentos que pueden sostener esta brecha entre expectativas y números. “La caída de Tesla en Bolsa muestra que los mercados temen una venganza política, especialmente dada la creciente dependencia de Musk de los ingresos institucionales”, concluyen desde Mirabaud.
Los analistas de la entidad explican que Musk cuenta con importantes contratos federales concedidos a SpaceX, otra de sus empresas, incluyendo acuerdos con la NASA, la Fuerza Espacial y el Departamento de Defensa. También están en riesgo los incentivos fiscales que hacen competitivos a los vehículos Tesla frente a los modelos más baratos de China o Europa.
Igualmente, advierten que la administración Trump podría endurecer las condiciones regulatorias para Tesla en sus iniciativas para el desarrollo del vehículo autónomo. Cuando Elon Musk hizo campaña por Trump, ya advirtió que abogaría por una normativa más laxa de la conducción autónoma. El problema para el desarrollo de esta tecnología es que cuenta con una compleja regulación porque cada estado tiene una normativa diferente. Los planes del Gobierno de Trump pasaban por adoptar normas nacionales que sustituyeran ese complejo entramado. Se trata de un punto clave porque el vehículo autónomo es uno de los proyectos que sostienen las altas valoraciones bursátiles porque acerca a Tesla más a una tecnológica que a un fabricante de coches. Una vez desarrollado el software, su venta es escalable, a modo de una plataforma digital.
Choque de personalidades
Musk, el hombre más rico del mundo, es una figura pública capaz de mover mercados a golpe de tuit, atraer capital con promesas visionarias y forjar alianzas políticas de conveniencia. Algunos analistas subrayan que esa combinación podría haber sido ganadora. Su apoyo incondicional a Donald Trump en la campaña electoral estadounidense le llevó a ocupar el puesto de responsable del llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) con el mandato de adelgazar la Administración para recortar gastos. El pasado mes de diciembre, poco después de las elecciones, las acciones de Tesla alcanzaron su máximo valor histórico en Bolsa, con 479 dólares por acción, impulsadas por la expectativa de una regulación favorable y ayudas a la movilidad eléctrica. También por las ventas de vehículos que se anticipaban entre los adeptos de Trump y del propio Musk.
“La combinación del magnetismo político de Trump con la genialidad tecnológica de Musk representaba la promesa de una renovación de la economía estadounidense y el fortalecimiento de su posición global. Si todo salía según lo previsto, los recortes fiscales y regulatorios impulsarían el crecimiento, harían al gobierno más inteligente y eficiente, y el principal problema de los estadounidenses sería que estarían cansados de ganar. Ahora que la relación se desmorona de forma espectacular, las preocupaciones pasan al primer plano”, apuntan los analistas de Bloomberg Adam Farrar y Jennifer Welch y el economista Tom Orlik.
Su campaña de ataques personales, teorías conspirativas y decisiones impulsivas han espantado a los inversores. El choque de personalidades con el presidente estadounidense desembocó en la dimisión de Musk a finales de mayo. La ruptura se produjo cuando el fundador de Tesla criticó el plan fiscal de Trump llamado One Big Beautifull Bill, ya que, según él, pone en riesgo el equilibrio fiscal del país. Las declaraciones de Musk derivaron rápidamente en una escalada verbal. Desde su cuenta de X, con más de 220 millones de seguidores, Musk insinuó que Trump debería ser sometido a un nuevo proceso de destitución, mientras que Trump respondió con amenazas de cancelar todos los contratos gubernamentales y retirar los créditos fiscales a los vehículos eléctricos. Las acusaciones de Musk llegaron incluso a involucrar al presidente en el caso Epstein. Y en entornos de tensión, el dinero huye de la Bolsa, de ahí la caída del 14% en una sola sesión.
Tras la escalada de hostilidad, ambas partes han rebajado el tono en las últimas horas. Musk ha respaldado recortes reales de gasto público y ha retirado la amenaza de suspender el programa de vuelos espaciales tripulados. Y aunque no ha habido una reconciliación real como tal, las acciones de Tesla recuperaban el viernes un 3,8% en Bolsa al cierre del mercado de EE UU.
“Atacar a las empresas de Musk pondría en riesgo el liderazgo tecnológico de EE UU. Desde los satélites de SpaceX hasta Grok AI y los vehículos eléctricos de Tesla, las compañías de Musk han proporcionado a Estados Unidos una ventaja competitiva en sectores estratégicos. Renunciar a eso sería un gran sacrificio”, valoran Farrar, Welch y Orlik. No obstante, advierten que “el conflicto y sus posibles repercusiones también subrayan las vulnerabilidades que surgen cuando se concentra tanto poder (industrial y gubernamental) en una sola persona”.
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